(Reflexiones en torno al Día Mundial de la Filosofía*)
Dr. Victor M. Oxley
¿Quién no ha citado a Sócrates, Platón o Aristóteles,
figuras emblemáticas que han dejado una huella imborrable en la humanidad? Más
allá de los nombres y las citas, lo que realmente nos conecta con ellos es la
práctica de filosofar, esa actividad humana que consiste en cuestionar,
reflexionar y buscar sentido. La filosofía es mucho más que una disciplina
académica; es una expresión de nuestra esencia como seres racionales. Cada vez
que reflexionamos sobre el propósito de la vida, lo justo, lo verdadero o lo
bello, estamos haciendo filosofía, aunque no lo llamemos así. Este acto de
detenerse, pensar y dialogar nos define como humanos.
A lo largo de la historia, la filosofía ha sido el
terreno donde enfrentamos nuestras dudas más profundas y buscamos las
herramientas para entendernos a nosotros mismos y al mundo. En un sentido
coloquial, la filosofía no es solo para los grandes pensadores; está presente
en el consejo de un amigo, en la curiosidad de un niño y en el deseo de resolver
los dilemas cotidianos.
En
Crisis y reconstrucción de la filosofía, Mario Bunge comenta que "La
filosofía académica actual se encuentra en un preocupante estancamiento. Pero
eso no autoriza a proclamar su muerte, porque el ejercicio de filosofar no es
un mero capricho de especialistas, sino una actividad propia a toda la especie
humana" (Crisis y reconstrucción de la filosofía). Podemos decir
que la filosofía es una de las actividades más humanas, porque responde a una
necesidad intrínseca: la búsqueda de sentido. Este impulso nos lleva a mirar
más allá de lo inmediato, a imaginar posibilidades, a cuestionar lo establecido
y a crear nuevos horizontes. Filosofar no es un lujo ni una rareza; es una
invitación permanente a participar en el diálogo más antiguo y universal de
todos.
En esta era de triunfo de la ciencia y las
tecnologías, muchos pensadores han declarado la "muerte" de la
filosofía. Ludwig Wittgenstein, en su obra Tractatus Logico-Philosophicus,
sugirió que la filosofía debía desaparecer como sistema de metafísicas
especulativas, cediendo espacio a la ciencia y la lógica. Wittgenstein sostenía
que muchos problemas filosóficos eran confusiones lingüísticas y que el rol de
la filosofía era aclarar el lenguaje, no hacer afirmaciones sobre el mundo. Los
positivistas lógicos, como Carnap y Ayer, argumentaron que la filosofía debía
limitarse al análisis lógico del lenguaje y que los problemas metafísicos no
eran más que pseudoproblemas. Según ellos, la ciencia era la única vía legítima
de conocimiento, y lo que no podía ser verificado empíricamente era
especulativo. El filósofo Friedrich Nietzsche también anticipó el declive de la
filosofía tradicional, vinculada a la religión y la metafísica. Los filósofos
contemporáneos han señalado que, con el triunfo de la ciencia, muchas preguntas
filosóficas tradicionales parecen obsoletas, ya que carecen de base en la era
del conocimiento empírico.
Mientras algunos críticos radicales consideran que la
filosofía ha sido reemplazada por la ciencia, se contrargumenta que la ciencia
misma tiene fundamentos filosóficos. Mario Bunge, en Entre dos mundos:
Memorias, afirma: "La filosofía no ha muerto porque toda ciencia y
toda práctica dependen de supuestos filosóficos, sean estos conscientes o
inconscientes." Sin filosofía, no existirían conceptos como causalidad,
objetividad o ética científica. Según Bunge, la filosofía sirve como crítica de
los supuestos científicos y sociales. En Filosofía para médicos subraya:
"Sin filosofía, la ciencia corre el riesgo de volverse dogmática o caer en
el reduccionismo." Esto resalta la importancia de la filosofía como
guardián crítico del conocimiento. Las decisiones éticas y los marcos
epistemológicos que subyacen en campos como la biomedicina o la política
dependen de la reflexión filosófica.
La corriente contraria a la vigencia de la filosofía
surge de una percepción utilitaria y pragmática del conocimiento, promovida por
el éxito de las ciencias naturales y las tecnologías aplicadas. Estos
defensores sostienen que la filosofía ha perdido relevancia frente a los
avances de las ciencias empíricas, que consideran más efectivas para resolver
problemas prácticos y comprender el mundo. Argumentan que la ciencia moderna ha
proporcionado respuestas a preguntas que antes eran dominio de la filosofía,
como el origen del universo, la naturaleza de la materia o el funcionamiento
del cerebro humano. A partir de la capacidad de las ciencias para producir
resultados verificables y aplicables, muchos concluyen que las especulaciones
filosóficas son innecesarias o irrelevantes. En El gran diseño, Stephen
Hawking y Leonard Mlodinow sostienen que “La física moderna ha superado a la
filosofía en la búsqueda del conocimiento. Los filósofos ya no están
calificados para hablar de temas científicos.” En un mundo que prioriza
resultados tangibles sobre reflexiones éticas o epistemológicas profundas, la
filosofía puede parecer desconectada de la vida cotidiana. La filosofía
contemporánea, especialmente en el ámbito académico, tiende a volverse técnica
y abstracta, limitándose a debates especializados que parecen irrelevantes para
problemas sociales o científicos más amplios.
Algunos
críticos también asocian la filosofía con el relativismo y el escepticismo
radical promovido por corrientes como el posmodernismo. Científicos como
Richard Dawkins y Stephen Pinker han acusado a los posmodernos de socavar la
búsqueda de la verdad objetiva, desprestigiando la filosofía. Dawkins, por
ejemplo, señaló que "El posmodernismo ha hecho más daño al pensamiento que
cualquier dogma religioso en la academia." El cientificismo del filósofo
que mira a través de la ciencia, no es un sinónimo de desprecio por otras formas
de conocimiento, sino una defensa de la ciencia como el camino más fiable para
el entendimiento humano, especialmente frente a las tendencias irracionales que
proliferan en la cultura contemporánea. En este sentido la acusación de
"cientificismo" es frecuentemente una táctica de aquellos que
prefieren las explicaciones no científicas, como las pseudociencias o las
creencias religiosas. "El
cientificismo no ha de ser motivo de vergüenza. Más ciencia, no menos, es lo
que la sociedad necesita"(Mario Bunge). El cientificismo es una
postura que no solo es válida, sino que es crucial para el progreso de la
sociedad moderna, que necesita más, no menos, ciencia. Este enfoque científico
debe ser aplicado a todos los campos, incluso aquellos donde tradicionalmente
se ha intentado evitar su aplicación. “La ciencia debe trascender las fronteras
que tradicionalmente se le han querido imponer. Defender a la ciencia no es
motivo de vergüenza; es una necesidad para la sociedad moderna"(Bunge).
Karl Popper defendió que la filosofía y la ciencia
comparten una característica esencial: ambas surgen y evolucionan a partir de
problemas, y su progreso radica en tratar de resolverlos. Estos problemas, en
muchos casos, son filosóficos en su origen y siguen siendo relevantes.
Popper también sostiene que problemas como la lógica,
la ética o el lenguaje tienen raíces en preguntas proto-científicas. La
filosofía no ha perdido relevancia; más bien se ha refinado para abordar
problemas más generales y conceptuales. Para Popper, el pensamiento
protocientífico no solo dio origen a la filosofía, sino que definió su
naturaleza como búsqueda racional de respuestas a problemas fundamentales.
Aunque muchas disciplinas científicas nacieron de la
filosofía, esta sigue siendo el espacio donde los problemas más amplios y
fundamentales se reformulan. Lejos de ser un vestigio del pasado, la filosofía
es el terreno donde los problemas originales de la humanidad encuentran nuevas
formas de expresión y resolución, alimentando tanto la ciencia como nuestra
comprensión de la realidad.
En cuanto a la “muerte de la filosofía” vinculada a
Wittgenstein, se ha interpretado de manera selectiva. Aunque el Tractatus
contribuyó a la deslegitimación de las grandes preguntas tradicionales, el
pensamiento posterior de Wittgenstein devolvió a la filosofía un papel activo
en la comprensión de los usos del lenguaje y la vida humana. La interpretación
de que la filosofía ha muerto, en gran medida promovida por el Círculo de Viena
y el positivismo lógico, fue criticada por pensadores como Carnap, quien afirmó
que las proposiciones metafísicas no son proposiciones en absoluto, sino
simplemente una mezcla de palabras. Alfred Ayer, por su parte, argumentó que la
filosofía debía limitarse al análisis lingüístico.
La ironía de esta situación es que la filosofía
analítica, que inicialmente intentó “matar” la filosofía tradicional, terminó
proporcionándole las herramientas más sofisticadas para demostrar su vitalidad.
Los métodos de análisis lógico y semántico, desarrollados por los primeros
filósofos, no destruyeron la filosofía, sino que la transformaron
profundamente, permitiendo abordar con rigor cuestiones sobre lenguaje, mente,
ética y epistemología. Hoy, disciplinas como la filosofía de la ciencia, la
ética aplicada y la filosofía política emplean estas herramientas para explorar
cuestiones sustantivas, demostrando que la filosofía está más viva que nunca.
Como afirma Mario Bunge: "La filosofía no se muere por delimitar su tarea,
sino que encuentra en ello su fuerza y su verdad."
Lejos de estar relegada, la filosofía contemporánea se
adapta y se transforma. La filosofía no ha
muerto, sino que sigue siendo un componente esencial para la reflexión crítica,
tanto en la ciencia como en la vida cotidiana., "No creo en filosofías
eternas, perennes, creo que la filosofía es hacer permanentemente" (Bunge,
Elogio de la curiosidad). La filosofía no es una disciplina muerta o
estática, sino es un proceso continuo, dinámico, que se adapta y responde a los
desafíos del presente. La filosofía no se ha quedado atrás frente al avance de
la ciencia, como pretende Hawking, según comentamos líneas atrás, el cual
dijimos sostiene que la ciencia ha reemplazado a la filosofía, al contrario, la
filosofía lejos de ser irrelevante, sigue siendo fundamental para
contextualizar, evaluar y dar sentido a los avances científicos y tecnológicos.,
en este sentido "La filosofía no ha muerto porque toda ciencia y toda
práctica dependen de supuestos filosóficos, sean estos conscientes o
inconscientes" (Bunge, Elogio de la curiosidad).
Aunque la ciencia y la tecnología dominan muchos aspectos de la vida, la filosofía sigue siendo una brújula crítica que guía nuestras decisiones éticas y reflexiones sobre el significado de ser humanos en un entorno cada vez más digitalizado. Si bien la ciencia nos ofrece soluciones técnicas, la filosofía sigue siendo esencial para evaluar el impacto de los avances científicos y tecnológicos, proporcionando un marco ético en debates sobre inteligencia artificial, edición genética o cambio climático. En un mundo saturado de información, la filosofía sigue ayudando a distinguir entre conocimiento significativo y ruido, y ha encontrado espacios en ámbitos como la política, la educación y el liderazgo.
A
favor de la Vigencia de la Filosofía, Mario Bunge dice "No hay
escapatoria de la filosofía. Solo podremos evitar la mala filosofía si nos
atenemos a la razón, a la ciencia y a la moral que manda disfrutar la vida y
ayudar a vivir.". Aunque algunos vean la filosofía como irrelevante, está
lejos de estar muerta. Más que nunca, la filosofía está viva, como una
constante búsqueda de sentido en un mundo complejo.
* El tercer jueves del mes de noviembre se celebra el dìa Mundial de la Filosofìa