lunes, 18 de marzo de 2013

SOBRE ENCUESTAS EN ÉPOCA DE ELECCIONES



por Lic. Víctor M. Oxley

En épocas electorales, sin duda alguna, las encuestas generan las más altas expectativas. Todo interesado en ellas, sea a modo de información curiosa, a modo de interés para estar al tanto de los posicionamientos, o ya sea de modo profesional, saca sus conclusiones desde lo que ellas tratan de describir.

Cualquier encuesta, debe obligatoriamente resolver los procedimientos técnicos que condicionan su buena hechura. En estas se debe de definir, la muestra "significativa" de la población en cálculos numéricos concretos y el método a utilizar para el relevamiento de los datos que conformaran sus resultados en una interpretación estadística posterior.

Las encuestas, como cualquier cálculo probabilístico, dependen de tres factores: la varianza poblacional, el nivel de confianza y el error máximo que pondera a voluntad de inclusión el que diseña la encuesta. Las encuestas al no contemplar el total de la población objeto de estudio, conllevan un "margen de error", y la magnitud del tamaño de la muestra es la causa fundamental de lo que nombramos como "margen de error". Calcular el volumen de la muestra está condicionado -en cuanto al encuestador- por el factor de que el "margen de error" sea el mínimo (según procedimientos técnicos estandarizados) y que el costo magro de su implementación produzca un porcentaje lo más alto posible de ganancia remunerada, y siendo así, generalmente los encuestadores prefieren trabajar con muestras entre 1.000 a 2.500.

El margen de error que tomamos a voluntad es muy sensible a la calidad de la interpretación estadística que se desprende de la muestra. A modo de ejemplo podemos decir que para una población de 2.845.000, aceptando un nivel de confianza del 95% (NC), con un margen de error del orden de 5 (E), se tiene que la muestra debe de contener a 384 individuos. Así para la misma población, el mismo NC y 4 para el margen de error, da la cifra de 600 individuos; para 3 de margen de error = 1067 individuos; para 2 de margen de error = 2399 individuos; y finalmente para 1 de margen de error = 9573 individuos.


De una muestra de 1.100 individuos, en el supuesto del 95% de confianza y un 3,1% de margen de error, como se hizo en la encuesta publicada por el diario ABC Color en fecha de 18 de marzo de 2013, que corresponde a 10 distritos del país, constituyéndose esta distribución al 81% (2.845.000 individuos) del total del electorado actual. ¿Es posible inferenciar categóricamente una tendencia en la intención de las preferencias electorales de la población en general? La respuesta a esta interrogante es un clarísimo no, por varios motivos. Uno inmediato es que 671.273 individuos no conforman referencia en la muestra; teniendo en cuenta que asciende a 3.516.273 la cifra total de ciudadanos paraguayos registrados en el padrón electoral.

En términos prescriptivos de estadística, lo recomendable es no salirse del margen de error del orden del 2%. Como puede verse entre hacer una encuesta con un margen de error del orden del 2%, cifra recomendada en estadística como mayor intervalo, y entre el 3,1% incluido en la encuesta publicada por el diario ABC Color en fecha de 18 de marzo de 2013 (otras encuestas de otros medios y encuestadores distintos también incurren en estos mismos métodos cuestionados), encontramos que hay una diferencia entre uno y otro método de 1299 individuos, cifra que si se tuviera en cuenta, llevaría al costo total por parte del encuestador a hacer dos encuestas. A medida que aumenta el margen de error, más aumenta el nivel de desconfianza en el cálculo estadístico. El ahorro en el presupuesto del encuestador (introduciendo de propósito un margen de error alto para minimizar la cantidad de su muestra) es un costo muy alto para el ciudadano, pues el ciudadano recibe una información con altos niveles de desconfianza estadística, que en el fondo del caso lleva a un engaño comunicacional.


Las encuestas revisten o tratan de revestir de "causalismo" lo que sus "tendencias" describen a partir de la opinión pública. Así, los candidatos o las personas que los apoyan -que son los que contratan a los encuestadores en la mayoría de los casos- tratan de influenciar en la percepción ciudadana buscando el efecto psicológico que más les beneficia: hacer efectiva la participación con el voto del elector inducido hacia su candidato mejor posicionado (en la encuesta que presentan por supuesto). Si bien, los métodos estadísticos utilizados en las encuestas, tienen un fundamento científico, las encuestas una vez publicadas alteran su objeto de estudio, pues sus resultados mellan, a través de efectos psicológicos la intención del elector en cuanto su actitud de participar en las elecciones, induciéndolo a votar por algún candidato en concreto. Siendo así, queda relativizado el status "causalista" de las encuestas en cuanto que sus tendencias sean inexorables. Ahora sí, existe otro lado más maquiavélico de las encuestas, cuando estas son "causalistas" pero no en sentido de rasgo científico, sino en ser instrumentos de manipulación de la percepción en favor de una "causa".

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