Existe un criterio
unánime en valorar al Dr. Eligio Ayala (Mbuyapey 4 de diciembre de 1879 –
Asunción 24 de octubre de 1930) como el más grande estadista que tuvo la
República del Paraguay. Este hombre magro
de carnes y bajo de estatura, pero de carácter recio y de pasiones fuertes,
nervioso, impulsivo y batallador –como lo describía Arturo Bray- fue un
hombre que sacrificó sus propios sueños por la patria. Si bien Eligio Ayala fue
producto de la educación pública nacional, su desaprendizaje y nuevo aprendizaje
lo hizo en los más grandes centros de la Cultura europea (entre los años de
1911-1920) como muy bien comenta Francisco Bazán; Ayala mismo declara “apenas diez años he vivido en Europa. No he
sido feliz en ella, pero en ella se ha delineado el contorno de mi
personalidad. Mucho he tenido que desaprender, mucho que olvidar. Tuve que
olvidar los prejuicios políticos, las pasioncillas pequeñas que enturbian la
serenidad de mi alma y empañaban la claridad de mi juicio, después aprendí. Pero aprendí poco de los
libros: viví, trabajé, busqué, sufrí la tragedia de los espíritus sedientos, de
las voluntades intrépidas que buscan un concepto del mundo y de la vida, que
quieren definirse, traducirse, formarse, que buscan su propia y genuina savia.
Inquieto, jamás satisfecho, buscaba,
leía, observaba; me escuchaba a mí mismo para percibir las preferencias
genuinamente mías, mis inclinaciones, mis gustos. No perseguí un fn práctico,
quería formarme, dar expansión libre a mis facultades. Pretendí crecer
espiritualmente, desarrollar mis aptitudes, definirlas, concretarlas, antes de
aplicarlas a un fin externo, al yugo de la vida práctica”.
En los más altos cargos
que le cupo ejercer al servicio del país, como político del partido Liberal
partía desde su profundo sentir de que “amo
la Libertad fuera de todo principio dogmático, de toda fantasmagoría
sentimental. No me hago ilusión sobre sus inconvenientes y peligros, pero veo
en ella la mejor garantía de las instituciones sociales”, en su tarea
antepuso las aspiraciones nacionales de progreso y adelanto; y quiso que el
imperio de la ley sea un hecho y que los poderes constituidos arreglen su
conducta con ella y a la moral, encarnando así en su irrepetible mismísima persona,
- los fines remarcados por Don Ignacio Ibarra de la finalidad institucional del
partido liberal allá en 1887-.
Eligio Ayala se
desenvolvió con probidad e idoneidad profesional, con la altura moral de
aquellos con conciencia supra ética.
Fue
una férrea voluntad que a símil de una
aurora que se levanta –como expresara Ignacio Ibarra sobre la fundación de su partido
liberal- a disputar el camino del porvenir a las tinieblas; es la protesta viviente
contra la injusticia; así Eligio Ayala sostenía que “para realizar una aspiración, una convicción, una reforma, es preciso
además de los medios y del conocimiento de las mismas, una voluntad, es preciso
querer, esforzarse, trabajar”, y así practicando lo que profesaba se
convirtió en un auténtico “reformador” de la sociedad. “El pueblo no puede ser transformado a voluntad en cualquier época. Hay
que tomarlo como se le encuentra, con las cualidades inherentes a todas las
multitudes humanas. Pero sea cual fuere el estado de su civilización y cultura,
es preciso que se gobierne: que tenga determinadas instituciones políticas, y
se rija por leyes. Y es preciso que adquiera también esa práctica sagacidad
necesaria para reconocer el valor de la permanencia y solidez de esas
instituciones”, así pensaba sobre el ideal cívico de los ciudadanos, y
además adoptaba la posición de que “la
fuerza es impotente para organizar nada por sí sola. Donde se enseñorean la
amenaza y el temor, se atrofia la vida pública, se forma la conciencia de la
inferioridad y el hábito de la clandestinidad en los ciudadanos” pues. “no hay hombres providenciales en las
democracias. Los pueblos libres no necesitan de los autócratas”.
Como adepto al
Liberalismo que tuvo contacto con la cultura europea que creó y moldeó a su
ideología y credo Liberal, y muy crítico desde lo más profundo de su conciencia
con ella, remarca las limitaciones del “individualismo” egoísta de la doctrina
Liberal clásica, en este sentido afirma que “al iniciarse el Liberalismo, el egoísmo fue la fuerza motriz del
desenvolvimiento material de la civilización. El caos que engendró, fue
corregido por la cooperación social, la solidaridad, el altruismo. En las
sociedades actuales, los motivos altruistas deciden, también los actos
económicos”, esta idea está muy en consonancia con el credo Radical suyo,
pues recordemos que el “nuevo individualismo” que se desprende de sus palabras
presupone construirlo sobre la naturaleza de un ser capaz de alcanzar su
realización personal únicamente bajo unas condiciones
adecuadas, un
individualismo que es social en doble sentido, uno: la existencia de
individualidad del sujeto está condicionada socialmente y, dos: su desarrollo
depende de factores y condiciones sociales; pero a la vez critica las doctrinas vulgarizadas del Liberalismo
social de Franz Oppenheimer recreadas desde principios económicos enseñados por
Gumplowivz, Duhring, Flurschein y Hertzka; en este sentido dirá “el Liberalismo social adopta la vieja
fórmula del egoísmo, de interés personal perteneciente al Liberalismo clásico y
por consiguiente se ha dejado contagiar por todos sus errores”, pues “los intereses egoístas no son los únicos
móviles de los actos económicos del hombre, y mucho menos de todos los actos
humanos; no explican por sí solo ni el proceso económico ni el social”.[1] Como
corolario de esto, encontramos que la sociedad reformulada desde esta nueva
visión del “individuo” en un ”nuevo individualismo solidario”, en apoyo a esta
idea afirmaba que “la Cultura en su lenta
elaboración, durante siglos, ha remoldeado el primitivo egoísmo humano; ha
infundido en él elemento éticos. El interés de la familia, el de la
conservación de la unidad social, imprimen nueva dirección al egoísmo
individual en las sociedades contemporáneas. El viejo Liberalismo
individualista tuvo en parte razón. Efectivamente son nuestras propias
necesidades las que nos imponen el esfuerzo por satisfacerlas. Aparentemente,
el interés personal mueve todo el organismo social. En una gran ciudad, ese
interés provee de alimentos a la población, mueve los trenes, las fábricas y
alimenta las vanidades. El comercio provee a todos desde los medios más
esenciales para conservar la vida hasta las bagatelas que complacen la fantasía.
Esta apariencia ha inspirado la creencia
de que el interés privado anima la actividad y es capaz de establecer la
armonía social. Pero ella es una falsa abstracción. Muchas instituciones
actuales han derivado del altruismo en el pasado. No todas las necesidades
humanas podrían ser satisfechas sin la compasión, la amistad, el amor, el
sentimiento del deber y del derecho”; Eligio Ayala ya no ve a la sociedad
como un mero agregado de individuos egoístas, sino que como propiedad
“emergente” producto del relacionamiento entre individuos racionales y
autónomos pero igualmente interdependientes, cooperadores y capaces de ayuda o
asistencia mutua, por ello también dirá que “el
honor, la ambición, el espíritu de clase, la vanidad, el temor al castigo, la
vergüenza, la reprobación social, la esperanza de la recompensa, la aprobación,
de aplauso, de ansia de notoriedad, también determinan los actos económicos.
Estos motivos se multiplican y vigorizan con el progreso de la Cultura”, el
nuevo “individualismo solidario” que pregona Eligio Ayala tiene fuertes raíces
en los exponentes del liberalismo francés, así como lo desarrollaron Alfred
Fouillée, Celestin Bouglé y León Bourgeois.
El Estado Liberal con gobierno republicano, “al cual definía como gobierno de opinión y por ende de discusión”, […] gobierno (que) se ejerce por métodos persuasivos, en el respeto de las garantías constitucionales, y en la estricta observancia de los principios liberales”; desde su credo Radical debería de abocarse a la “producción y generación de políticas de ingeniería social intervencionista”.[2] En este sentido señaló fuertemente que “la libre concurrencia, pues, no es apta para armonizar el interés público con el privado, contrariamente a la enseñanza de la economía deductiva liberal. La libre concurrencia produce una selección funesta de valores sociales. En la libre concurrencia no triunfan los mejores. En ella se arruinan los escrupulosos, los prudentes, los animados por el sentimiento de la solidaridad y la compasión, los hombres rectos, justos, los desinteresados, y triunfan los audaces, los concupiscentes, insensibles, orgullosos”
Eligio Ayala tenía ideas
muy claras en lo que respecta al individuo en la sociedad moderna condicionada
bajo la división del trabajo como su rasgo bien característico, por ello
definía que “el sujeto de la actividad económica es la población. El agente creador
de la riqueza, la fuerza dinámica de la producción es el trabajo, el
trabajador, el obrero que emanan de la población. Una población numerosa, sana e inteligente, estimula, la actividad
económica, anima los negocios, aumenta la riqueza, suscita las invenciones, las
reformas progresivas, las iniciativas creadoras, asegura la autonomía nacional”,
además pensaba que “una población
harapienta, fanática e ignorante, no es capaz de consumir siquiera, estorba, en
vez de estimular el desarrollo económico”.
El orden constitucional
como premisa inviolable de la democracia Liberal era el nervio mismo de su
voluntad de estadista. En este sentido era de la firme convicción de que “el respeto a la decisión de una mayoría
dentro de las normas legales, es una necesidad y un deber. La obediencia a las
leyes es una condición de la vida social, es la garantía de las libertades del
ciudadano”, también que “pedir su
desobediencia y consentir en su menosprecio es abrir cauces a la relajación de
la vida civil, a la disolución social. Abolida la Ley, la suerte de la sociedad
quedaría librada a los instintos, estaría sometida a la voluntad discrecional
del más fuerte, o se desintegraría al sectarismo”.
Eligio Ayala era firme
devoto de la pluralidad y de la tolerancia por ello expresaba que “no es un mal que haya diversidad de
aspiraciones, que no se unimismen en un solo diapasón todos los sentimientos.
La absoluta uniformidad de espíritus en los ciudadanos es desde luego
imposible; y si no lo fuera, sería contraproducente, pues agotaría la prolífica
y compensadora multiformidad de la voluntad humana”.
Eligio Ayala en
el Paraguay como John Stuart Mill en Inglaterra distinguía claramente entre
producción y distribución económica, y este último factor como dependiente y
sujeto a la elección social, así ambos rompieron con la postura “pasiva” del
Estado “no intervencionista”, de la doctrina Liberal ortodoxa; con estos
desarrollos ambos acusan las influencias de los ideólogos franceses del
liberalismo en esa vertiente, por ello se puede relacionar que la práctica
Radical del Liberalismo de Eligio Ayala es congruente con la idea de Justicia
distributiva y armonía social del Liberalismo inglés de Leonard Trelawny
Hobhouse. Eligio Ayala supo lograr un equilibrio en la delicada ecuación entre
la libertad individual y el orden Constitucional, supo llegar al ideal kantiano
de la Reschtstaat, es decir concilio el apego irrestricto a la
legalidad que de esta emana y los intereses ciudadanos.
Se puede afirmar, y sin temor a equivocarnos que las conquistas
cívicas y las “reformas” legales en lo social llevadas adelante por los hombres
del Partido Liberal identificados plenamente con la corriente “Radical” del
Liberalismo son transcendentes en la historia del partido Liberal del Paraguay
y del país; y por ello es que se puede afirmar también que los hombres
“radicales” son los identificados como los hombres del partido Liberal mismo,
por lo que se puede inferir, que estos hombres son los que referencian al
Liberalismo paraguayo triunfante de una época dorada de su historia, pero para
ser justos con nuestra valoración debemos agregar que el más grande estadista y
ciudadano paraguayo es el Dr. Eligio Ayala, la mismísima encarnación del
ideario y credo Liberal Radical en el Paraguay, por ello es él, el más
significativo representante de la auténtica vena sensible social del
Liberalismo paraguayo, de aquí que es él, el Liberal Radical por antonomasia, por
ello es que hoy reafirmamos su figura como la de uno de los más grandes hombres
que tuvo el hoy ya legendario Partido Liberal del Paraguay.
[1] “El Liberalismo social, pues, es una
reconstrucción del Liberalismo clásico,-sostenía Ayala- se apoya en sus mismas
columnas, de su vieja cantera extrae los medios para realizar los fines del
socialismo”.“Es una doctrina de cartón. Decorada con pretensiosas máximas principios con letras mayúsculas y etiquetas
coloreadas. Basta golpearlo con los nudillos de los dedos para suene a hueco”.
[2] “La idolatría de la Ciencia ha
cautivado muchos espíritus –escribía Eligio Ayala-. Ingenuamente se ha creido
que basta saber para obrar, que basta saber lo que es preciso hacer para que él
sea hecho. Y por esta razón se dice que la cuestión social es una cuestión
científica, sociológica, educacional. Muchos no comprenden todavía que la
acción, la realización, emana de la voluntad y que fuera de las realizaciones
concretas, las proyectadas reformas sociales son quimeras”.
Buenas Sr. Oxley...Cuál sería la diferencia entre el Liberalismo Radical de Eligio Ayala y el Neoliberalismo de su época..En la contratapa del libro " Evolución de la Economia Agraria en el Py" Editorial Histórica afirma que Ayala es el "precursor del neoliberalismo paraguayo". Gracias
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