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lunes, 27 de agosto de 2012

REPÚBLICA DEL PARAGUAY: AUTODETERMINADA Y SOBERANA


                                                                                           Por Víctor M. Oxley Ynsfrán

Las “libertades” y no sólo la “Libertad” de los ciudadanos hacen referencia y apuntan a varios niveles de ella según su alcance y ámbito. Estas pueden referirse a libertad religiosa, de opinión, de prensa, de asociación, de sufragio etc. El conjunto de estas pueden agruparse en tres grupos, libertades civiles, políticas y sociales, cada grupo presupone al anterior. Pero el concepto de Libertad puede entenderse bajo dos acepciones que no se excluyen mutuamente. Una acepción positiva y otra negativa. Por “libertad negativa” se entiende, en el lenguaje político, la situación en la cual un sujeto tiene la posibilidad de obrar o de no obrar, sin ser obligado a ello o sin que se lo impidan otros sujetos. La libertad negativa consiste en  hacer  (o no hacer) todo lo que las leyes, entendidas en sentido laxo, y no sólo en sentido técnico jurídico, permiten o bien no prohíben, este aserto muy bien es expresado en la obra Del espíritu de las Leyes, XII, 2 por Montesquieu cuando dice que “la Libertad es el derecho de hacer aquello que las leyes permiten”. Thomas Hobbes se refiere a lo anterior expuesto muy bien en su obra De Cive, XIII, 15 cuando dice “dado que las leyes nunca han limitado ni pueden limitar todos los movimientos y acciones de los ciudadanos en vista de su variedad, quedan necesariamente innumerables cosas que las leyes no ordenan ni prohíben, y cada uno puede hacer u omitir, según su criterio. Con respecto de ellas se dice que cada una goza de su libertad, debiéndose entender, en este caso, que la libertad es aquella parte del derecho natural que las leyes civiles permiten y dejan a discreción de los ciudadanos”; también John Locke diría en su Segundo tratado sobre el gobierno, IV, 22 que “la libertad de los hombres bajo el gobierno consiste […] en una libertad que me permite seguir mi propia voluntad en todo aquello en lo que la norma no prescribe, así como no estar sometido a la voluntad inconstante, incierta, desconocida y arbitraria de otro hombre”.

Por otro lado, la definición de “libertad positiva” es la dada en El Contrato Social por Jean Jacques Rousseau, en esta la libertad en el estado civil consiste en el hecho de que allí el hombre, en cuanto parte del todo social, como miembro del “yo común”, no obedece a los otros sino a sí mismo, es decir, es autónomo en el sentido preciso de la palabra, en el sentido de que se da la ley a sí mismo y no obedece otras leyes que aquellas que él se ha dado: “La obediencia a la ley que se ha prescrito es la libertad”. También fue Georg F. Hegel en sus Lecciones de Filosofía de la Historia que en el afán de definir la libertad como autonomía a contrario de la acepción negativa de la libertad dirá “la Ley es la objetividad del espíritu y la voluntad en su verdad; y solo es libre la voluntad que obedece a la ley, por cuanto se obedece a sí misma y está consigo misma y es libre”.

Entendiendo ambas definiciones de Libertad, tanto negativa por un lado y positiva por otro, podemos decir que la negativa es una cualificación de la acción, mientras que la positiva es una cualificación de la voluntad. La libertad como ausencia de impedimento (negativa) tiene como sujeto al individuo; mientras que la libertad como autodeterminación (positiva) se refiere a una voluntad colectiva.

El devenir histórico muestra como de la libertad de opinión, limitada en un principio a la libertad religiosa, hasta la libertad de prensa; de la libertad de reunión a la libertad de asociación, hasta el reconocimiento de asociaciones específicamente dirigidas a la formación de la voluntad política como son los partidos; del sufragio restringido al sufragio universal y del reforzamiento del sistema representativo así como la consulta popular y el referéndum, vemos que ambas acepciones, tanto positiva y negativa de la libertad no se autoexcluyen una a la otra, más bien se complementan y se refuerzan una a la otra, por ello es que podemos afirmar que el sentido negativo de libertad es el fundamento de los derechos civiles y políticos y el sentido positivo dio lugar a los derechos sociales como una consecuencia lógica de la ampliación de aquellos a estos como inclusivos e integrados en una triple dimensión de ciudadanía: cívica, política y social.

Ya en el cuarto año del ejercicio del poder, el ahora ex Presidente del Paraguay es separado de su mandato por un juicio político dado mediante el artículo 225 de la Constitución de la República del Paraguay. Este artículo constitucional es el suavizante del híper presidencialismo político paraguayo, es un mecanismo político legalmente instituido, que no debe jamás entenderse al modo de los juicios ordinarios llevados en las cortes judiciales del país, pues en realidad no es un juicio propiamente dicho, recordemos que nadie puede ser juzgado por tribunales especiales, este mecanismo del juicio político está más próximo constructualmente hablando al concepto de impeachment de la jurisprudencia anglosajona y muy cercano también a la moción de censura de los regímenes parlamentaristas. Esta herramienta o mecanismo constitucional, -como se puede ver en el uso de ella los días 21 y 22 de junio en la República del Paraguay-, es bastante efectiva en el control del poder ejecutivo. La instancia de su uso tiene un fin político con consecuencias jurídicas, pero no un fin jurídico con secuelas políticas.

Del uso efectivo del juicio político al Presidente de la República del Paraguay como mecanismo constitucional hoy no dudamos, pero nos deja en situaciones y contextos de incertidumbres falsas bajo el ropaje de desconocimiento al alcance de las Leyes y a las autoridades legal y legítimamente constituidas del Congreso Nacional, órgano que separo de su cargo al ahora ex Presidente Fernando Lugo por mal desempeño de sus funciones por parte de aquellos que intentan socavar la legalidad y legitimidad del sistema representativo de nuestra democracia.

Haciendo memoria, recordamos que Fernando Lugo en dupla con Federico Franco fue la propuesta electoral ganadora en las elecciones generales del año 2008 en el Paraguay, esta fue impulsada por la Alianza Patriótica para el Cambio (APC) quien en su núcleo estaba respaldado por el Partido Liberal Radical Auténtico que aporto 507.413 votos sobre el total de 766.502 obtenidos. Así las cosas el resto de 259.089 es agregado no liberal. Ahora, tomando en cuenta que solo el 26,2% de los votos castiglionistas -un grupo de la A.N.R.- fueron emitidos a favor de la APC (según una encuesta hecha por COIN en marzo de 2008, pues del total de estos votos el 46% fue para el UNACE) se obtiene la cifra de 95.027. Restando esta última cifra de los votos no liberales queda la cifra de 164.062, y es esta cifra la que corresponde al sector de los partidos de la izquierda dentro de aquella coalición de movimientos y partidos de la APC.

Es un atropello a los derechos básicos y fundamentales de la mayoría ciudadana representada por los partidos en el Congreso Nacional, el que un grupo de agitadores sociales que se arrogan la representación de una “falsa mayoría” (recordemos que solo integran un total de 164.062 los votos de estos dentro del total de la APC) embanderada bajo la denominación de “izquierda bolivariana”, que en su accionar engañoso de noticias tergiversadas, amedrentamientos coercitivos sociales, pseudo jurídicos y políticos a nivel local e internacional, como reacción al truncamiento de sus planes de la instauración de su régimen de Revolución bolivariana al estilo de Chávez o Morales, están socavando en sus fundamentales derechos y garantías lo que el Estado Constitucional consagra a sus ciudadanos.  

Así las libertades sociales de autodeterminación y su consiguiente voluntad general y las libertades civiles y políticas de no coerción con su consecuente acción de elegir el curso de acción que le resguarde de unas condiciones negativas de un Estado no deseado, están siendo avasalladas y desconocidas arbitrariamente por un grupo que abiertamente está al margen de la Ley y hace apología de su no acatamiento llamando a una pseudo “resistencia”. Así los ciudadanos paraguayos en su mayoría representada por el núcleo principal del P.L.R.A, y la A.N.R, P.P.Q. y el UNACE, partidos políticos que a través de escaños en el Parlamento representan la voluntad soberana de una mayoría ciudadana, que no tienen afinidades hacia las posturas violentas y extremistas de estos revolucionarios de una izquierda trasnochada, están siendo violentadas en lesa y alevosa lesión autocrática por un grupo que debería de dejar la arrogancia de invocar ser representante de una mayoría popular, pues esa ilusión suya no se corresponde con la realidad hoy día en la República democrática del Paraguay que ha elegido seguir el curso de su soberanía.

sábado, 25 de agosto de 2012

LOS NUEVOS “IZQUIERDISTAS” EN EL PARAGUAY Y LA LUCHA DE CLASES


                                                                                                    Por Víctor M. Oxley Ynsfrán

El enfrentamiento entre las diferentes clases sociales –los burgueses y el proletariado- es la idea básica de la visión historicista de la evolución de las sociedades de Karl Marx. El Materialismo histórico marxista –base filosófica de su historicismo- se funda en que las relaciones que el ser humano establece con la naturaleza y con el resto de los seres humanos son relaciones materiales. Estas relaciones se dan en dos niveles. A) Infraestructura Económica: Es el conjunto de relaciones de producción, es decir, las relaciones que se establecen entre los trabajadores –el proletariado- y los dueños de los medios de producción: la burguesía. Estas relaciones son conflictivas y antagónicas. B) Superestructura. Es el conjunto de ideas, creencias, instituciones y normas que configuran la conciencia social, estas relaciones dan origen a la ideología y a la estructura socio-política del Estado.

Así, según la visión marxista la sociedad está dividida en dos grupos autoexcluyentes y antagónicos: burgueses por un lado, los dueños de los medios de producción y por el otro, el proletariado, las masas obreras asalariadas que no son dueñas de los elementos para producir, solo tienen su fuerza potencial de ser empleada.

La clase en sí misma, es una categoría constructiva que el sociólogo distingue con respecto a ciertas características atribuidas a miembros que se engloban en ella, pero en la realidad, estas pueden ser agrupadas según una infinidad de criterios. Ahora la clase para sí misma, la clase del proletariado, es aquella que adquiere conciencia de su identidad por medio de la acción y por medio de un partido militante, de este modo es fruto de un proceso de inculcación ideológica por parte de los grupos que forman su inteligencia.

Las sociedades contemporáneas son cada vez más complejas –y no se asemejan ni en remedos a lo que Marx creyó describir y apresar en sus leyes sociologistas-, no sólo porque la diversidad de las profesiones, capacidades, y calificaciones, aumenta, sino porque los diversos criterios –relación con la propiedad, naturaleza del trabajo manual o intelectual, cantidad de ingresos, maneras de vivir y sistemas de valores- no están siempre de acuerdo y no forman conjuntos globales, totalidades objetivamente reconocibles, ya que cada miembro de la sociedad global pertenece a uno de estos conjuntos y sabe que pertenece a él. Las fronteras de las clases son cada vez menos claras. No es fácil determinar exactamente a qué nivel, por ejemplo el técnico, deja de pertenecer a la clase obrera. No porque cobra por meses, el pequeño empleado o el funcionario tienen un salario siempre superior al de un obrero calificado. Él tampoco posee instrumentos de producción, ahora ¿pertenece a la misma clase que el obrero porque tiene la misma relación con los medios de producción  o pertenece a una clase diferente porque no trabaja con sus manos? Los grupos de individuos agrupados en clases difieren solamente por el grado y no por la naturaleza de los estratos, no tienen cada uno una comunidad de vida y de valores relacionados única y exclusivamente a ellos, pues los individuos están relacionados entre sí y la sociedad por una compleja rizomática red de relaciones no sólo económica (como lo dice Marx), sino que también biológicas, políticas y culturales.

La sociedad contemporánea se compone de clases sin que necesariamente la sociedad entera pueda dividirse en unas cuantas clases sociales o lo que es peor a una visión maniquea del bien y el mal como aquella de proletarios y burgueses como Marx y sus apologetas preconizaban y los nuevos “izquierdistas” en el Paraguay preconizan. Son muchos los individuos que se sitúan en algún estrato más que en alguna clase, de esto se puede inferir que la resistencia o no resistencia por parte de algunos grupos (o clases) a otros, no es forzosamente la de embarcarse en una lucha a muerte entre estos como lo ven los “zurdos”.

En sociedades democráticas, las tensiones sociales se expresan abiertamente a través de conflictos de grupos de interés y la mayoría de la veces los sindicatos son los portavoces de reclamos, en los países totalitarios estos conflictos se invisibilizan y se resuelven por árbitros detentores del poder absoluto; así las cosas, privada del “concenso” imprescindible una sociedad democrática se fragmenta en clases enemigas, mientras que en un régimen socialista se formará –según la teología marxista- una masa consciente de su enajenación que empieza a dar sus pasos a su total liberación por medio de una violenta y sangrienta guerra revolucionaria.

Una sociedad –afirma Raymod Aron- se parece a la imagen que su enemigo tiene de ella cuando se convierte en la caricatura de sí misma. Esta en nosotros rechazar toda esta locura de una “izquierda bolivariana” que a fuerza de verdugo social quieren imponer un grupo minoritario de intolerantes que se arrogan la representación de la mayoría, y que no respetan la “libertad” como derecho básico de los ciudadanos que no piensan como ellos, El Marxismo en su pretensión científica nació muerto, es dogmático; la sociedad sin clases es una utopía, pero se podría construir una sociedad de iguales en oportunidades, en la que los ciudadanos se desarrollen biológica, económica, política y culturalmente, y estos fines son solo posibles sobre las bases liberales de la tolerancia y la pluralidad bajo el estricto respeto de la Constitución y el orden institucional que de ella emergen.

TODOS HABLAMOS A FAVOR Y EN DEFENSA DE LA DEMOCRACIA, PERO ¿QUE ENTIENDEN POR ELLA, COMO SISTEMA POLÍTICO, EL MARXISTA, EL FASCISTA O EL LIBERAL?


Por Víctor M. Oxley Ynsfrán
                            

Parafraseando a David Hume podemos decir que si nos preguntasen por la razón de la obediencia que hedemos de prestar a la Constitución o a las Leyes contestaríamos, que si no fuese así, no podría subsistir la sociedad, y esta respuesta es clara e inteligible para todos. Pero ¿qué pasaría si algunos pusiesen en duda la palabra empeñada en el compromiso de obedecerla y sugirieran escribir con la tinta del olvido? Y si los que custodian la Ley respondiesen a estos de igual manera ¿Por qué nosotros debemos mantener nuestra palabra? Queda claro que lo único que cohesiona la sociedad es la obligación de mantener la palabra y el compromiso de obedecer a la Ley o a la Constitución sin más.

Toda persona está obligada al cumplimiento de la ley, la crítica a las leyes es libre, pero no está permitida predicar su desobediencia se lee en el artículo 127 de la Constitución Nacional. El ciudadano Fernando Lugo fue destituido del Gobierno por la clausula 225 de la Constitución Nacional, potestad que confiere esta atribución al Congreso del Paraguay, por lo tanto, eso de que hubo un quiebre institucional es una manipulación de lo que sucedió a la luz de las reglas de nuestra democracia Constitucional, o estos que así hacen propaganda, entienden muy otra cosa de lo que es el orden en un Estado fruto del imperio de las Leyes.

Ahora, en las acaloradas discusiones que se suceden sobre el enjuiciamiento político de Fernando Lugo, se esgrimieron todo tipo de argumentos y pseudo argumentos. Todos hablamos a favor y en defensa de la Democracia, pero ¿que entienden por ella, como sistema político, el marxista, el fascista o el liberal?

El marxismo construyo la URSS de Lenin y Stalin, el fascismo la Alemania Nazi de Hitler y la Italia de Mussolini, regímenes que quisieron ahogar bajo sus botas los ideales más caros del liberalismo constitucional: Equilibrio de Poderes, Tolerancia, Pluralidad y la Libertad en todas sus manifestaciones etc.

Los regímenes despóticos, como lo son los regímenes totalitarios del Comunismo, Nazismo, Fascismo etc. son gobernados por el despotismo voraz de las elites dirigentes de un partido único, impuesto por la fuerza homogeneizante que elimina la disidencia, mientras que los regímenes liberales son sistemas políticos pluralistas o multipartidistas. Platón –dice Karl Popper- promovió una seria y duradera confusión en la Filosofía Política al expresar el problema de la política bajo la forma “¿Quién debe gobernar?”, o bien ¿La voluntad de quién ha de ser suprema?”, pues a esta fácilmente se responde a que: “el mejor”, “el más sabio”, “el gobernante nato”, “aquel que domina el arte de gobernar”, “La Voluntad General”, “La Raza Superior”, “Los Obreros Industriales”, “El Pueblo”, en fin un largo etc. Este planteo del problema lleva, como se ve a respuestas que justifican los regímenes totalitarios o supremos.

¿Por qué el pensamiento político no encara desde el comienzo la posibilidad de un gobierno malo y la conveniencia de prepararnos para soportar a los malos gobernantes, en el caso de que falten los mejores? Este giro en la pregunta conduce a un nuevo enfoque del problema de la Política, pues obliga a reemplazar la pregunta: “¿Quién debe gobernar?” por la de: ¿En qué forma podemos organizar las instituciones políticas a fin de que los gobernantes malos o incapaces no puedan ocasionar demasiado daño?”. Así las cosas la formula que legitima el gobierno viene dada por el grado de dispersión o concentración del poder dentro de un sistema político, en las democracias el poder debería de distribuirse más equitativamente entre los órganos institucionales que deberían de actuar como peso equilibrador entre ellos. Pluralismo de Poder y una organización constitucional que permita promover la competencia entre elites, entre partidos son las características principales de los regímenes multipartidistas de los sistemas políticos demócratas liberales.

En los regímenes de partido único, como lo son los sistemas políticos totalitarios, en vez de competencia encontramos monopolio del poder, la Revolución en lugar de la Constitución, el absolutismo burocrático como oposición al pluralismo de grupos sociales. Así estos regímenes autistas resultan en un Estado partidista en vez de un Estado de partidos, situación en la cual someten a la sociedad entera a las demandas de la ideología, forzando a convertirla a imagen de lo que desean creer, llegando al extremo de ser presas de la ilusión fagocitante del entendimiento que en ecuación mortal iguala a Sociedad = Estado, estado de cosas que no son jamás comparables.

La Ley o la Constitución es uno de los más preciados bienes públicos. El Constitucionalismo es el nervio de los Estados modernos, y así lo aceptamos todos, desde el país más chico hasta los supra entes internacionales, esta es la gran premisa de la Democracia.

Desde Thomas Hobbes el pensamiento político buscó controlar al poder omnívoro, el más fuerte debe ser controlado por los más débiles desde la Ley, y como ya en Grecia Heráclito muy bien lo postuló, el pueblo debe pelear por la ley como por sus murallas, por ello es que la Ley o la Constitución es un bien público básico.

Judith Sklar sostiene –y nosotros con ella- que la institución del imperio de la Ley junto a otras como el control mutuo de intereses o poderes, la convivencia de facciones en continua interacción, etc. producen efectos  educativos en los individuos; estos se educan en la autolimitación, la paciencia, el respeto a los otros, etc. de modo que la democracia liberal constituye un tipo de disciplina social que educa a los ciudadanos y no sólo recoge a éstos como portadores de intereses políticos.

La separación del ejercicio del poder de Fernando Lugo está ajustada a la prescripción del artículo 225 de la constitución nacional, y todos estamos obligados a acatar sus prescripciones, quien así no lo creyese conveniente –esas son la reglas de nuestra democracia basada en el constitucionalismo- y violente el estado jurídico actual de las cosas, sea desconociendo a nivel local la Constitución o a nivel internacional la autodeterminación y la soberanía del Paraguay, está al margen mismo del Constitucionalismo de los Estados Modernos contemporáneos y por lo tanto está al margen de la Ley y con ello pone en peligro nuestra democracia y la Democracia como sistema político que garantiza la defensa de los intereses ciudadanos.