En
la teoría política podemos rescatar la idea de que un sistema electoral que garantice una
representación proporcional puede ayudar a abordar la tiranía de las mayorías. Esto significa que
los diferentes grupos de la sociedad están representados en proporción a su tamaño, lo que ayuda
a evitar que una mayoría abrumadora monopolice el poder. La participación representativa a través de partidos políticos puede ser una forma efectiva de
organizar y canalizar la diversidad de intereses ciudadanos en un sistema político. Sin embargo, es
importante señalar que la equidad en la representación no siempre está garantizada únicamente por
la existencia de partidos políticos. La efectividad del sistema depende de diversos factores. Cuando
el sistema político esta dominado por uno o unos pocos partidos, queda limitada la diversidad de
opiniones y opciones políticas. Así estos partidos dominantes pueden no representar de manera
precisa todos los intereses de la sociedad. Y si le agregamos la corrupción y la falta de
transparencia en estos partidos políticos, indefectiblemente se erosionan la confianza de los
ciudadanos en el sistema. La percepción de que los partidos sirven a intereses particulares en lugar
de los ciudadanos socava la legitimidad del sistema.
El uso de criterios de distribución estadística puede ser parte de la base para diseñar sistemas de
representación política, especialmente en el contexto de sistemas electorales y asignación de
escaños. Sin embargo, la representación política es un concepto más amplio y complejo que
implica no solo la distribución matemática de representantes, sino también la relación entre
representantes y representados, la capacidad de expresar preferencias y la toma de decisiones en
nombre de los ciudadanos. Aplicar exclusivamente el criterio de distribución estadística para lograr
una representación política en el parlamento puede conllevar varios problemas, pues un énfasis
exclusivo en la distribución estadística resulta en la elección de representantes que, aunque reflejen
la proporción de votos, pueden no estar conectados de manera efectiva con los problemas y las
necesidades específicas de sus electores. Esto debilita la legitimidad de los representantes.
También está la cuestión de que, al centrarse únicamente en la distribución estadística, da lugar a
una falta de representación de áreas geográficas específicas, especialmente en sistemas electorales
proporcionales donde los representantes pueden provenir de listas partidarias nacionales (como en
el caso nuestro para las elecciones de Senadores). Un enfoque exclusivamente estadístico puede
no abordar adecuadamente la representación de minorías étnicas, religiosas o de otro tipo.
Las minorías podrían quedar subrepresentadas, en el caso paraguayo nuestro sistema electoral no
incluye medidas específicas para garantizar su inclusión. En sistemas de representación por
distritos, como el nuestro, la distribución estadística se ve alterada por la manipulación de electores
en ellos, con el objetivo de lograr una ventaja política. Esto distorsiona la representación y afecta
la equidad en la distribución de escaños. Un énfasis excesivo en la distribución estadística limita
la diversidad de candidatos, pues esto hace que los partidos prioricen la colocación de candidatos
en función de su capacidad para ganar votos en lugar de representar la diversidad de la sociedad.
Un enfoque exclusivamente estadístico puede pasar por alto la calidad de la representación en
términos de la rendición de cuentas, la participación ciudadana y la capacidad de los representantes
para abordar los problemas y desafíos de manera efectiva.
La estabilidad política asociada con un solo partido que domina los escaños en un parlamento se
ve afectada por varios factores y tiene consecuencias negativas. Un monopolio de poder en manos
de un solo partido lleva a la falta de control y contrapesos. La falta de una oposición significativa
da lugar a decisiones unilaterales y autoritarias. Un parlamento dominado por un solo partido es
percibido como no representativo de la diversidad de opiniones en la sociedad. Esto lleva a la
deslegitimación del gobierno, pues se dan exclusiones significativas. La ausencia de una oposición
significativa limita el debate político y la consideración de diversas perspectivas en la toma de
decisiones. La concentración excesiva de poder en un solo partido conlleva al abuso de poder y
corrupción, ya que no hay un sistema efectivo de control y equilibrio para supervisar las acciones
del gobierno. Mientras que un solo partido que domina el parlamento, en teoría puede proporcionar
ciertos beneficios en términos de toma de decisiones eficiente y gobernabilidad, también trae
consigo los riesgos significativos en términos de falta de representación, control y equilibrio. La
estabilidad política en este contexto es superficial y plantea constantemente o de raíz, su
legitimidad, la diversidad y la rendición de cuentas democráticas.
La eficacia de un criterio de proporcionalidad estadística para obtener un escaño en el parlamento
depende de varios factores y puede ser objeto de señalamientos. Así la proporcionalidad como
criterio exclusivo lleva a una desconexión entre los representantes y los representados, ya que los
votantes observan como sus representantes no están abordando efectivamente sus preocupaciones
locales o específicas. En sistemas proporcionales como el nuestro, donde los escaños se asignan a
partidos y no a candidatos individuales, los votantes tienen menos influencia directa en la elección
de representantes específicos, lo que afecta la rendición de cuentas individual. En sistemas de
representación proporcional en los que los escaños se asignan a partidos y no a candidatos
específicos, como en el nuestro que en instancia final es de lista cerrada, los candidatos pueden
sentirse menos vinculados a la responsabilidad individual frente a sus electores. Esto es así pues
cuando los votantes eligen un partido en lugar de un candidato específico, los candidatos en una
lista cerrada sienten que su elección y desempeño no están directamente vinculados a su propia
acción y servicio a los electores. Esto debilita la responsabilidad individual. La falta de una
conexión directa entre los candidatos y los votantes hace que los representantes se sientan menos
responsables ante los ciudadanos. En sistemas proporcionales como el nuestro, los votantes no
eligen a un representante específico, sino a un partido, lo que dificulta el establecimiento de una
relación individualizada.
Los candidatos en sistemas de listas cerradas dependen en gran medida
del respaldo y la posición del partido para obtener un escaño.
Esto lleva a que la lealtad y la rendición de cuentas estén más orientadas hacia el partido que hacia los votantes individuales.
Los representantes en sistemas como el nuestro, fundan su actuar político en la idea de que su posición
dentro del partido es la que determina su éxito y no a su desempeño individual o a la satisfacción
de los electores. Sin un vínculo claro entre el votante y el representante individual, la rendición de
cuentas se vuelve menos efectiva. Los votantes tienen dificultades para responsabilizar
directamente a un candidato por sus acciones o decisiones. En sistemas de representación
proporcional con listas cerradas, los candidatos son seleccionados y ordenados en las listas
partidarias, y la asignación de escaños se basa principalmente en el rendimiento electoral del
partido en su conjunto. Así los votantes eligen un partido y no a un candidato específico. Esto hace
que la relación entre los votantes y los representantes sea más indirecta y centrada en el partido.
La posición de un candidato en la lista partidaria determina si obtendrá un escaño, y esta posición
está determinada por el partido. Los candidatos no son necesariamente electos en función de sus
méritos individuales, sino en función de su lugar en la lista. Los parlamentarios de un partido electo
en estas condiciones sienten la presión de seguir la línea del partido en lugar de representar de
manera independiente las opiniones de sus electores. La disciplina partidaria limita la autonomía
individual.
A estas alturas de la reflexión me asalta una idea, la de que a símil estadístico ¿un parlamentario
electo es una muestra significativa que representa las preferencias de los votantes?
Podría decirse que la representación parlamentaria se basa en el principio de que los parlamentarios
electos reflejan, en cierta medida, las preferencias de los votantes que participaron en las
elecciones. Cada parlamentario electo puede considerarse una "muestra" en el sentido de que
representa a un grupo más amplio de votantes que comparten preferencias similares. Al igual que
una muestra en estadística, un parlamentario electo se considera representativo de un conjunto más
amplio de votantes. Se supone que su elección refleja las preferencias de aquellos que participaron
en el proceso electoral. Así como en estadística se utiliza una muestra para hacer inferencias sobre
una población más grande, la elección de parlamentarios se interpreta como una forma de
extrapolar las preferencias políticas de los votantes a nivel nacional o regional.
Otra pregunta que nos planteamos relacionada con la anterior es, mirando desde el punto de vista
estadístico proporcional ¿la preferencia política de un parlamentario electo coincide con las de sus
votantes?
Desde un punto de vista estadístico, la coincidencia entre las preferencias políticas de un
parlamentario electo y las de sus votantes no se puede asumir de manera automática o universal.
Aunque un parlamentario es elegido para representar a un distrito o circunscripción específica,
puede haber una diversidad significativa de preferencias políticas dentro de esa área. No todos los
votantes tendrán las mismas preferencias. En sistema como el nuestro, los candidatos son
miembros de partidos políticos y, por lo tanto, están vinculados a las plataformas y políticas de sus
respectivos partidos. La preferencia del parlamentario se alinea más con la plataforma del partido
que con las preferencias individuales de los votantes. Los parlamentarios están sujetos a la
disciplina partidaria, están obligados a votar de acuerdo con la línea del partido, esto afecta la
percepción de cómo representan las preferencias individuales de los votantes.
El día martes 12 de diciembre, “Los senadores de la bancada oficialista del movimiento Honor
Colorado y aliados aprobaron el proyecto de ley que crea la superintendencia de jubilaciones y
pensiones, en una apresurada sesión extraordinaria” se leía en el Diario Última Hora. Al día
siguiente, miércoles 13 de diciembre, en el diario ABC Color leíamos la noticia que “La Cámara
de Diputados sancionó en tan solo 10 minutos la Ley de Superintendencia de Jubilaciones y
Pensiones”, esta ley fue aprobada en tiempo record, con muchos puntos nada claros, sin mucha
discusión y mucho menos difusión e información. “Una mayoría, compuesta por 42 diputados,
avasalló el reglamento interno y dentro de una sesión extraordinaria, salteó toda convención y se
llamó a cuarto intermedio para que otra sesión –tras dos fallidas– trate exclusivamente la
cuestionada ley, lo cual se dio en ausencia de la oposición y la disidencia colorada” (Diario Última
Hora. La cuestionada ley desgastó a HC que avasalló el reglamento. Diciembre 14, 2023)
La tiranía de las mayorías se ve reflejada en las acciones corporativas del grupo de representantes
del partido político en el poder en el Congreso. La representación que estos asumen les viene
como producto de un sistema político hecho a medida a lo largo de estos años, y digo no de
transición democrática sino de democracia transitoria que nos traga crudos. Los intereses que
representan son los intereses corporativos que ponen en vigencia a través de sus acciones, las
cuales sienten eximidas de responsabilidad personal cobijados al calor del anonimato que les
confiere el propio sistema electoral, que bajo miopía cuasi ciega, instituye un mecanismo técnico
propio de la estadística pura olvidándose que tal modelo tiene como referencias a seres humanos
y no la simple manipulación de números, listas y cargos como resultado de los fríos algoritmos
que lo calculan. En Paraguay, estamos en las instancias, no de una crisis de la representación,
sino ante la singularidad de un agujero negro llamado sistema político que lo engluye todo, me
atrevo a decirlo de esta manera, a pesar de que las leyes y los dominios de la física podrían no
ser ciertos en estos páramos.