Por Dr. Victor M. Oxley
Para abordar la inflación, el Banco Central toma varias medidas, entre estas, por ejemplo, una política monetaria restrictiva, es decir aumenta las tasas de interés, esto encarecerá los préstamos y desincentivará el gasto y la inversión, reduciendo la demanda agregada. También buscará reducir la oferta monetaria, podría ser a través de la venta de bonos del gobierno o aumentando los requisitos de reservas para los bancos, disminuyendo así la cantidad de dinero en circulación. De seguro intervendrá en el mercado de divisas, comprando o vendiendo divisas para estabilizar la moneda local y controlar la inflación importada. Y debería de hacer comunicaciones claras y manejar las expectativas, utilizando declaraciones y publicaciones para influir en las expectativas inflacionarias de los agentes económicos.
Así, de seguro manejará su política fiscal, reduciendo
el gasto público para disminuir la demanda agregada, junto con acciones que
aumenten impuestos, lo que reduciría el ingreso disponible y, por ende, el
consumo. También buscará la regulación de precios y salarios, aunque puede
tener efectos secundarios adversos a largo plazo, en el corto plazo puede
ayudar a controlar la inflación. Implementara subsidios y controles de precios
en bienes esenciales, para mitigar el impacto en los sectores más vulnerables
de la sociedad.
Los economistas clásicos, toman por sentado que el
ciudadano común toma decisiones que maximizan su utilidad personal en respuesta
a las medidas del Banco Central y del Estado. Lo que es lo mismo decir que, según
estos, los ciudadanos ajustaran su consumo, reduciendo gastos no esenciales y
buscando productos sustitutos más económicos. Están seguros que los ciudadanos se
anticiparán a que los precios sigan subiendo, adelantando la compra de bienes
duraderos que necesitarán en el futuro, como electrodomésticos o ropa. Comprarán
y almacenaran productos no perecederos cuando están en oferta para evitar pagar
precios más altos más adelante. Los economistas dan por sentado que los
ciudadanos considerarán invertir en activos que tienden a mantener su valor
durante la inflación, como bienes raíces, oro, o acciones. Si es posible,
ahorrara en monedas más estables que la moneda local.
Están seguros que los ciudadanos ahorraran más ante el
aumento de las tasas de interés, pues estos verán claramente que deberían ahorrar
más para beneficiarse de los rendimientos más altos. Serán cautelosos al tomar
préstamos, especialmente si las tasas de interés son altas o variables. Si ya
tiene deudas, considerara la consolidación de deudas a una tasa de interés más
baja para facilitar el manejo del reembolso. Se mantendrá informado sobre la
situación económica y las previsiones inflacionarias para tomar decisiones más
informadas. Consultara con un asesor financiero para obtener consejos
personalizados y estrategias de inversión. Evaluará y ajustará sus metas
financieras a largo plazo, teniendo en cuenta el impacto de la inflación. Se asegurará
de tener un fondo de emergencia adecuado para cubrir gastos inesperados sin
recurrir a préstamos costosos. Los economistas esperan que los ciudadanos
inviertan prudentemente, optando por inversiones que protejan su valor frente a
la inflación, como bienes raíces o activos indexados a la inflación. Los
economistas están seguros que los ciudadanos implementaran medidas para reducir
el consumo de energía en el hogar, lo que puede ayudar a reducir las facturas y
liberar más dinero para otros gastos. Buscarán oportunidades de ingresos
adicionales, como trabajos a tiempo parcial o freelance. Iniciarán un pequeño
negocio o vender productos o servicios en su tiempo libre para aumentar sus
ingresos. Serán flexibles y estarán dispuestos a adaptar su estilo de vida y
hábitos de consumo en respuesta a la evolución de la inflación.
Ahora, si miramos la situación desde los zapatos del
ciudadano común ante la crisis inflacionaria, es muy diferente su actuar ante lo
supuesto y lo dado por el modelo de elección racional del economista.
Un ciudadano común, utilizando su sentido común, valga
la redundancia, adoptara varias estrategias para enfrentar la inflación. Estas
estrategias son intuitivas y buscan proteger por sobre todo su poder
adquisitivo y estabilidad financiera. De seguro ajustara su presupuesto recortando
gastos innecesarios.
La psicología del comportamiento ha demostrado que las
personas por lo común reaccionaran fuertemente a las pérdidas que a las
ganancias. En una situación inflacionaria, las personas toman decisiones impulsivas
para evitar la pérdida de poder adquisitivo, como compras de pánico o venta apresurada
de activos. Ante la incertidumbre, las personas pueden preferir mantener su
situación actual y evitar tomar decisiones, incluso si cambiar sería más
racional. Las decisiones de los individuos se basan en experiencias recientes
en lugar de información objetiva y racional. Si han experimentado inflación
alta, pueden anticipar que continuará y ajustar su comportamiento en
consecuencia. El estrés y la ansiedad provocados por la inflación lleva a
decisiones menos racionales y más emocionales, como gastos impulsivos o
inversiones arriesgadas.
Por si estos males de por si no fueran suficientes, en
tiempos de crisis económica, especialmente durante periodos de alta inflación y
aumento de tasas de interés, los usureros y otros oportunistas pueden
aprovecharse de la situación. Cuando los bancos centrales aumentan las tasas de
interés para frenar la inflación, el costo del crédito formal aumenta. Esto
puede empujar a individuos y pequeñas empresas a buscar alternativas de crédito
informal. Los usureros ofrecen préstamos a tasas de interés exorbitantes,
aprovechándose de la desesperación de aquellos que no tienen acceso a crédito
formal o que necesitan dinero urgentemente. En tiempos de crisis, muchas
personas enfrentan restricciones de crédito en el sistema bancario formal
debido a su historial crediticio o falta de garantías. La urgencia por obtener
liquidez para cubrir necesidades básicas puede llevar a los ciudadanos a
aceptar términos de préstamo desfavorables. La presencia de usureros y otros
oportunistas en tiempos de crisis económica es un problema serio que empeora la
situación de los ciudadanos más vulnerables. Es crucial que las autoridades
implementen y refuercen medidas regulatorias efectivas, mejoren el acceso a
crédito justo y proporcionen educación financiera para proteger a los
ciudadanos y prevenir el abuso. La colaboración entre el gobierno, las
instituciones financieras y las organizaciones comunitarias es esencial para
crear un entorno más justo y equitativo en tiempos de crisis.
Para un ciudadano que ya vive al límite o por debajo
del umbral de ingresos, afrontar la inflación puede ser extremadamente
desafiante. Este ciudadano podría reducir aún más los gastos en bienes y
servicios no esenciales, aunque esto puede implicar sacrificios significativos
en su calidad de vida. Optará por las opciones más económicas disponibles,
incluso si esto significa comprar productos de menor calidad o cambiar a marcas
genéricas. Se enfocará en cubrir las necesidades básicas inmediatas, como
alimentos y servicios esenciales, en lugar de planificar a largo plazo. Puede
recurrir a préstamos a corto plazo, tarjetas de crédito o líneas de crédito de
alto interés para cubrir gastos inmediatos, aunque esto pueda empeorar su situación
financiera a largo plazo. La ansiedad y el estrés lo pueden llevar a decisiones
impulsivas, como compras de pánico o venta de pertenencias personales para
obtener liquidez inmediata. Puede evitar decisiones financieras complejas
debido al estrés, optando por soluciones inmediatas y más fáciles de entender,
incluso si no son las más beneficiosas a largo plazo. Buscará, lo más probable
como opción cercana, ayuda financiera o material de familiares, amigos o
vecinos, aprovechando redes sociales informales para obtener asistencia. En última
instancia podría intentar solicitar ayudas sociales del gobierno o de
organizaciones caritativas, como subsidios, cupones de alimentos o lo que sea.
Las políticas contra la inflación adoptadas por los
bancos centrales se fundamentan en una combinación de teorías y contribuciones
de autores varios. Así la teoría monetarista, y
su principal impulsor Milton Friedman afirman que "La
inflación es siempre y en todas partes un fenómeno monetario." Por ello es
que abogan controlar la oferta de dinero. Los monetaristas sostienen que un
crecimiento excesivo de la oferta de dinero conduce a la inflación. Por lo
tanto, proponen políticas para controlar el crecimiento de la oferta monetaria. Dentro de sus medidas, harán que los bancos
centrales utilicen herramientas como la tasa de interés de política para
influir en la cantidad de dinero en circulación. Autores
como David Ricardo, John Stuart Mill, Alfred Marshall, sostienen que los precios
se ajustan en función de la oferta y la demanda. Pariendo de ello buscaran controlar
la demanda agregada. Así estas políticas clásicas y neoclásicas a menudo
implican ajustar las tasas de interés para influir en la demanda agregada. Pues
un aumento en las tasas de interés reduce la demanda agregada al encarecer el
costo del crédito, lo cual puede ayudar a controlar la inflación. Estas teorías proporcionan el marco conceptual para
las acciones de política monetaria, que suelen centrarse en el control de la
oferta de dinero y la demanda agregada a través del ajuste de las tasas de
interés y otras herramientas monetarias, como ya se comentó varias veces
anteriormente. Los bancos centrales modernos a menudo combinan elementos de
estas teorías para diseñar políticas que sean adecuadas a las circunstancias
económicas específicas.
La crítica a la elección racional del "homo económicos"
ha sido objeto de debate considerable en la teoría económica. Esta aproximación
simplificada asume que los individuos siempre actúan de manera completamente
racional, maximizando su utilidad con información completa y perfecta. Sin
embargo, la realidad del comportamiento humano y el funcionamiento de los
sistemas económicos es mucho más compleja. En la práctica, los individuos rara
vez tienen acceso a toda la información necesaria para tomar decisiones
óptimas. Además, la información disponible puede estar sesgada o ser difícil de
interpretar. La teoría de la racionalidad limitada, propuesta por Herbert
Simon, reconoce que los seres humanos toman decisiones bajo condiciones de
incertidumbre y con capacidades cognitivas limitadas. Esto implica que las
decisiones son "satisfactorias" en lugar de "óptimas".
Las decisiones económicas están fuertemente
influenciadas por factores emocionales, psicológicos y sociales. Los sesgos
cognitivos, como la aversión a la pérdida y el exceso de confianza, pueden
distorsionar el proceso de toma de decisiones. Las decisiones individuales no
se toman en un vacío; están influenciadas por el comportamiento de otros. Los
efectos de red y el comportamiento de manada pueden llevar a resultados que no
se predicen bien con modelos de elección racional. Las decisiones económicas
están influenciadas por normas sociales y valores culturales que varían
significativamente entre diferentes sociedades y contextos.
Afrontar la inflación en una sociedad donde una
pequeña élite controla la macroeconomía y una gran parte de la población vive
en la pobreza requiere una combinación de políticas económicas y sociales
diseñadas para estabilizar los precios mientras se promueve la equidad y el
bienestar social. Se podrían ajustar las tasas de interés para controlar la
oferta de dinero y reducir la inflación. Sin embargo, es crucial hacerlo de
manera que no afecte negativamente a los más pobres, quienes son más
vulnerables a los cambios en el costo del crédito. Implementar impuestos
progresivos que aseguren que los sectores más ricos contribuyan
proporcionalmente más al financiamiento del estado. Reducir la evasión y
elusión fiscal para aumentar los ingresos fiscales de los sectores más ricos. Aumentar
el gasto en programas sociales que beneficien directamente a los sectores más
vulnerables, como subsidios a alimentos, vivienda, salud y educación. Invertir
en infraestructura pública que genere empleo y mejore la productividad
económica a largo plazo. Crear programas de empleo público temporales para
aliviar el desempleo y proporcionar ingresos a las familias más necesitadas. Regular
precio de bienes y servicios esenciales para evitar abusos por parte de
monopolios y oligopolios. Implementar controles temporales de precios en
sectores estratégicos para evitar subidas especulativas. Asegurar el acceso
universal a servicios básicos como salud, educación y vivienda. Promover
políticas de desarrollo económico que beneficien a todos los segmentos de la
sociedad. Fomentar la inversión en sectores que tengan el potencial de generar
empleo y mejorar los ingresos de los más pobres. Implementar políticas que
promuevan una distribución más equitativa de la riqueza y los ingresos. Crear
programas que faciliten el acceso a la propiedad y los activos productivos para
las clases más carenciadas.
Afrontar la inflación en una sociedad desigual
requiere un enfoque multifacético que combine políticas monetarias, fiscales,
de mercado y sociales. Es fundamental que estas políticas se diseñen e
implementen de manera coordinada para asegurar que los más pobres no sufran
desproporcionadamente y que se promueva un desarrollo económico inclusivo y
sostenible. La colaboración entre el gobierno, el sector privado y la sociedad
civil es crucial para lograr estos objetivos.
Las políticas deben estar basadas en un entendimiento
realista del comportamiento humano y no en modelos idealizados. Esto incluye el
diseño de incentivos que tengan en cuenta las limitaciones cognitivas y los
sesgos de comportamiento. Las políticas deben ser flexibles y adaptarse a
diferentes contextos y grupos demográficos, reconociendo que no hay una
solución única para todos. Promover la educación financiera y la capacitación
para mejorar la toma de decisiones económicas de los individuos. Asegurar que
la información relevante sea accesible y comprensible para todos, ayudando a
reducir la asimetría de información.
La crítica al modelo de elección racional del "homo
económico" es bien fundada y ha llevado al desarrollo de enfoques más
realistas y matizados en la teoría económica. Estos enfoques consideran las
limitaciones y complejidades del comportamiento humano y proporcionan una base
más sólida para el análisis y la formulación de políticas económicas. Reconocer
la diversidad y la riqueza del comportamiento humano es esencial para construir
modelos económicos con mayor poder predictivo y relevancia práctica.
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