Dr. Victor Oxley/victoroxley@gmail.com
Comunicación presentada en el acto organizado por el
presidente del PLRA Dr. Hugo Fleitas y autoridades del partido, bajo la denominación
de “Conferencia sobre la Historia del Liberalismo Paraguayo”, realizada el
lunes 8 de julio en el Centro Mayor Galería de arte.
El origen del Partido Liberal paraguayo se
remonta a los memorables debates parlamentarios que tuvieron lugar a partir de
1880 en las cámaras del Congreso Nacional. En estos debates cívicos destacaron
figuras como los senadores Cirilo Solalinde, Antonio Zayas, Francisco Soteras
entre otros, así como los diputados Antonio Taboada, José María Fretes e Ignacio
Ibarra. En la prensa, periodistas como José de la Cruz Ayala (Alón), Cecilio
Báez, Fabio Queirolo, y muchos más, se destacaron con sus escritos. Durante el
período entre 1880 y 1886, la integración de parlamentarios y periodistas,
junto con grupos como la "Sociedad de Artesanos del Paraguay", la
Escuela de Derecho y el Colegio Nacional de la Capital, dieron origen al
Partido Liberal en Paraguay.
Después de la devastadora guerra contra la
Triple Alianza, Paraguay se enfrentó a un proceso de reconstrucción. En este
contexto, surgieron líderes militares y civiles que buscaban consolidar el
poder y estabilizar el país. La influencia de los líderes militares que
participaron en la guerra moldeó la cultura política hacia una tendencia
autoritaria y centralizada. Este grupo de caudillos, que posteriormente
formaría parte de la élite política, se enfocó en mantener el control en la
capital a favor de una élite estrechamente ligada al ejército. Hubo una
represión significativa de la oposición política y una resistencia marcada a
cualquier reforma que pudiera alterar la distribución del poder o la estructura
social existente. En las elecciones de junio de 1887 en Villarrica, un gran
fraude a favor del Gral. Bernardino Caballero marcó un punto crítico. Este
evento destruyó el optimismo de la oposición de alcanzar el poder
democráticamente y los impulsó a organizarse. El Centro Democrático, firmó su
acta constitucional el 10 de julio de 1887, y esta fecha es considerada el
inicio oficial del Partido Liberal en Paraguay. Varios líderes del naciente
Partido Liberal enfatizaban la lucha por la preservación del patrimonio fiscal,
la educación popular y la democracia representativa. Taboada instaba a defender
el patrimonio fiscal y la educación, mientras que Ibarra destacaba el papel del
Centro Democrático como partido de oposición que buscaba justicia y orden.
Ayala prometía devolver tierras a los campesinos, establecer escuelas y
asegurar libertad electoral, llamando a unirse en defensa de los derechos
civiles y las causas justas del pueblo. En los comicios de 1890 volvería el
fantasma del fraude. Definitivamente por las urnas jamás se alternaría el
poder. Esto llevaría a cambiar la estrategia de no ir por la revolución de las
urnas y sí por la de las armas, con el saldo negativo de la trunca revolución
del 18 de octubre de 1891.
El Dr. Cecilio Báez esgrimía palabras y argumentos muy duros en contra de las voluntades republicanas de los colorados que han ejercido los gobiernos hasta esos primeros años del siglo XX. Como intelectual de primera línea e ideólogo en igual cumbre prescribirá en los puntos principales, del ideario-programa de 1902 del partido Liberal lo que sigue:
“El Partido Liberal, organizado en cuerpo político, tiene por objeto realizar los grandes propósitos consignados en el Preámbulo de la Constitución Nacional. Organizar la libertad es crear instituciones a propósito, que garanticen los derechos individuales, es decir, el libre ejercicio de las facultades del hombre. Organizar la libertad es señalar lindes a la autoridad y señalar al ciudadano sus deberes y derechos, entre cuales sirve de base a todo el sistema, el derecho del sufragio. El Partido Liberal asume la responsabilidad de establecer un sistema electoral, con arreglo a los principios más avanzados, destinado a hacer efectiva la verdad del sufragio. El Partido Liberal debe ayudar eficazmente a todas las industrias lícitas creadas o por crearse en el país, en tanto que no afecten los intereses del consumidor, y al mismo tiempo, fomentar el espíritu de solidaridad nacional. Se compromete el Partido Liberal a reformar las leyes de tierras públicas, evitando la formación de latifundios o sea el acaparamiento en pocas manos de vastas extensiones de terrenos improductivos, y, asimismo, propender a que cada habitante tenga su solar suficiente para su hogar y el desarrollo de sus actividades, y que el Estado posea en todo tiempo tierras disponibles para los ciudadanos del porvenir y para la colonización. El Partido Liberal va a promover la acción combinada del Estado y de los particulares para la realización de obras públicas, que requiere el desarrollo progresivo del país; tender a que la educación común consista en la enseñanza de la moral y en la elevación de los sentimientos, encaminándolos a despertar en el ciudadano hábitos de trabajo, de orden y de economía; a metodizar y morigerar sus costumbres, fortificar su carácter, estimular su amor a la patria y a sus instituciones, así como fomentar el espíritu de solidaridad nacional”.
La revolución armada, exitosa de 1904, derroca al Presidente Juan Gualberto González. Pero las discrepancias y oposiciones, a que conformen colorados el gabinete por parte del ala “radical” del liberalismo, ante los “conservadores “cívicos”, aleja a estos. En 1908 la revolución radical triunfante, empieza una nueva etapa en la política nacional, con acciones que buscan modernizar al país al calor del credo radical liberal. Podemos señalar que en el año de 1916 se modifica el Estatuto del Partido Liberal. Este fue redactado por el Dr. Eusebio Ayala. Justo Pastor Benítez recuerda que llega al Partido Liberal en 1916. En ese año dice:
“ingresamos al Partido Liberal cerca de cuarenta jóvenes, con un caudal de ideas sociales, con preocupaciones que superaban el esquema individualista del siglo decimonónico”. En otra parte también recuerda que en ese grupo “[…] figuraban poetas como Molinas Rolón y Ortíz Guerrero; Lisandro Díaz León y Federico García eran marcadamente socializantes […]”.
En 1919, Justo Pastor Benítez –quien sostenía lucidamente que
"un partido es una comunidad de ideales, y no un eslabonamiento de vínculos comunes de dependencia"- es uno de los redactores de un “ideario-programa”
que luego será el programa del Partido Liberal cuando es candidato Eligio Ayala. El Dr. Benítez, doctrinariamente hablando se entendía muy bien con Eligio Ayala. El ideario del año 1919 proponía posiciones políticas de avanzada para su época, y aunque fue resistido como es natural por algunos referentes más viejos del partido, con el tiempo se fue adoptando como programa de gobierno del Partido Liberal. Ya al empezar, en el subcapítulo dedicado a los partidos políticos, anuncia que es la hora ―en que los antiguos valores, arrastrados por el tiempo, ceden su lugar a nuevas fuerzas, y dice explícitamente más adelante que
"los
partidos necesitan hoy programas definidos, no vagos preceptos de justicia y
libertad. La política ha perdido su carácter genérico para adquirir otro más
específico y concreto. La política contemplativa y liberal cede su puesto a una
política más radical, que podríamos caracterizar llamándola constructiva. El
Partido Liberal necesita renovar periódicamente su ideario político de acuerdo
con las necesidades del momento. Esa constante renovación, que es su
característica, es, también, la verdadera garantía de su vida y su
progreso", un ejemplo de tales ideas es lo que opinan sobre la doctrina
del laissez faire, que para ellos no tiene justificación en un país de baja
organización como el Paraguay, por ello es que prefieren adoptar el punto en el
que "en pueblos de organización incipiente como el nuestro, no tiene
justificación el laissez faire. El Estado ha de concurrir con su ayuda, con su influencia,
con su capital y con su autoridad a solucionar los problemas que la iniciativa
particular no puede resolver o solo puede hacerlo deficientemente. La
intervención del Estado en el Paraguay no es una teoría, sino una necesidad
pública”.
John Locke, considerado el padre del liberalismo moderno, desafió el absolutismo monárquico al empoderar a los individuos y establecer los cimientos para las democracias liberales. Su pensamiento se centra en la defensa de los derechos naturales y la propiedad privada como derivados del trabajo. Locke sostenía que la propiedad privada es un derecho natural derivado del trabajo. Cuando una persona mezcla su trabajo con la naturaleza, adquiere derechos sobre el resultado de ese trabajo; de aquí deriva o mejor dicha asocia según su razonamiento, que la protección de la propiedad privada es una de las principales responsabilidades del gobierno y que la legitimidad del gobierno se basa en su capacidad para proteger los derechos naturales de los ciudadanos. Así, el gobierno tiene una función específica y limitada: proteger los derechos naturales de los ciudadanos. Cualquier acción que exceda esta función es ilegítima. Estas ideas sentaron las bases del liberalismo moderno.
El liberalismo clásico-conservador prioriza los
derechos individuales y la economía sin una intervención significativa del
Estado, lo cual resulta en una concentración de riqueza y poder en pocas manos,
agravando las desigualdades existentes. La falta de intervención estatal en
áreas cruciales como educación, salud y vivienda perpetua diferencias de clase
y limita la movilidad social, ya que no todos tienen acceso equitativo a estos
recursos. Este enfoque en la responsabilidad individual deja a los individuos
vulnerables durante crisis como desempleo o enfermedades, perpetuando ciclos de
pobreza sin abordar adecuadamente las barreras estructurales como la
discriminación o el acceso desigual a una educación de calidad. Además, el
énfasis en el mérito individual y la competencia generan resistencia a políticas
redistributivas y reformas estructurales que son necesarias para abordar las
desigualdades sistémicas y promover un desarrollo más equitativo. El
individualismo extremo del liberalismo clásico-conservador, debilita la
cohesión social y la solidaridad necesaria para impulsar cambios sociales
significativos. Esto fragmenta el compromiso colectivo necesario para una
democracia saludable, al tiempo que las desigualdades económicas se traducen en
desigualdades en el poder político, permitiendo que individuos o grupos con
mayores recursos influyan desproporcionadamente en el proceso democrático. Si
bien el liberalismo clásico ha sido crucial para promover derechos individuales
y libertades económicas, su falta de atención a las desigualdades estructurales
y necesidades colectivas presenta desafíos significativos para la justicia
social y el progreso equitativo en las sociedades contemporáneas.
La palabra "radical" tiene su origen
en el latín. Deriva de la palabra latina "radix", que significa
"raíz". El término "radical" se utilizaba en latín medieval
para referirse a algo que procede de la raíz o que es fundamental. En política,
la palabra "radical" refiere a personas o movimientos que abogan por
cambios profundos y fundamentales en la estructura social, económica o
política, es decir, cambios que van a la raíz de los problemas. En este contexto,
ser "radical" implica estar a favor de reformas profundas en
contraste con enfoques más conservadores o graduales. Así, la etimología de
"radical" refleja la idea de ir a la raíz o base de una cuestión,
tanto en su sentido original como en su uso metafórico en contextos políticos y
sociales. Entre los principales líderes de los liberales radicales, por
ejemplo, en su cuna misma: Inglaterra, se encuentran figuras como William
Gladstone, quien promovió varias reformas progresistas durante sus mandatos
como Primer Ministro, Thomas Hill Green, Leonard Trelawny Hobhouse, David Lloyd
George, y Joseph Chamberlain. Todos liberales impulsores y moldeadores de las
políticas y el desarrollo social de Inglaterra en el cambio de siglo, con
iniciativas y énfasis en la justicia social, la equidad y la democracia.
En nuestras latitudes, el Partido Colorado,
tanto antes como después de su formalización en 1887 y hasta 1904, a pesar de
su adhesión al liberalismo decimonónico de la época, se caracterizó por
prácticas autoritarias, un poder centralizado, la defensa del estatus quo y el
conservadurismo. Los presidentes y dirigentes de origen militar jugaron un
papel clave en la formación y consolidación de su poder, manteniendo una
política que favorecía la estabilidad a través del control centralizado y la
represión de la oposición.
El ascenso y sostenimiento del Liberalismo Radical en la cúspide del poder en el Paraguay, podemos decir de 1908 hasta 1940, se debió en gran parte a que supo comprender la necesidad de articular su ideario, su discurso y la acción en conjunción con las demandas urgentes de las clases trabajadoras, pues siempre estuvo afín en pos de abogar acciones con el fin de abolir las asimetrías sociales que atomizaban al trabajador, por ello supo ganar las adherencias de estos en competencia directa a las agrupaciones llámense anarquistas o socialistas de aquella época; ya lo expresaba Justo Pastor Benítez cuando afirmaba que
"solo un gran partido imbuido de su misión, alentado por ideas reformistas, de pensamiento creador y aglutinante y de espíritu combativo, puede colaborar en la creación de ese ambiente depurado. Ninguna revolución o transformación social se han podido hacer sin un pensamiento alentador, sin doctrina."
Los primeros líderes liberales
fueron hombres del pueblo, representantes de las aspiraciones colectivas de
mejora. El Partido Liberal se fundó para defender a los pobres, a los
trabajadores, a la masa proletaria tanto de la ciudad como del campo. Su
objetivo era luchar por los atributos que convierten a una comunidad en un
pueblo organizado, culto y libre, en oposición a ser simplemente una masa bien
alimentada a expensas de su libertad. El partido se oponía a los privilegios y
a las castas –comentaba Justo Pastor Benítez-.
Y queriendo cerrar esta perspectiva de la significación del partido liberal en su historia misma, citamos las palabras de Justo Pastor Benítez, quien dijo:
"En nuestro país
se filia mejor a las personas por el temperamento que por las ideas. Llamamos
radicales a los intransigentes. El Radicalismo, sin embargo, debe significar
amor a la reforma y a los cambios fundamentales, audacia de pensamiento y
valentía de las ideas. Convencen más los hombres transigentes y radicales en el
pensamiento, que los empecinados en la actitud y atrasados en mentalidad. De
radicalismo, estos no tienen sino la fachada".
Expresamos nuestras
felicitaciones al Partido Liberal Radical Auténtico por sus 137 años de
vigencia, deseándole mejores vientos a favor por el bien del pueblo paraguayo y
de la democracia en la República del Paraguay.
Felicitaciones Víctor, excelente exposición..
ResponderEliminarGracias apreciado Juan Àngel!
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